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Mujeres impulsan cambios en la Iglesia católica, ¿qué papel jugarán en el próximo sínodo?

A partir de este 4 de octubre se realiza el sínodo en Vaticano, en el que mujeres reclaman espacios en la mesa donde se toman las decisiones

Hace unos años, el papa Francisco le dijo a la directora de la principal organización de mujeres católicas respaldada por el Vaticano que fuera “valiente” al presionar para que haya cambios en favor de las mujeres en la Iglesia.

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María Lía Zervino siguió su consejo y en 2021 le escribió una carta al pontífice —que después salió a la luz pública— en la que expresó claramente que la Iglesia tenía una enorme deuda con la mitad de la humanidad, y que las mujeres merecían estar en la mesa donde se toman las decisiones no como simples “adornos”, sino como protagonistas.

Parece que Francisco tomó nota, y esta semana inaugurará un sínodo mundial de obispos católicos y de laicos que conversarán sobre el futuro de la Iglesia, donde las mujeres —sus voces y sus votos— ocupan un lugar central por primera vez.

Para Zervino, quien trabajó junto al excardenal Jorge Mario Bergoglio cuando ambos ocupaban cargos en la conferencia episcopal argentina, la reunión es un momento decisivo para la Iglesia y posiblemente lo más trascendental que Francisco haya emprendido como pontífice.

Las mujeres se han quejado durante mucho tiempo de ser tratadas como ciudadanas de segunda clase en la Iglesia, excluidas del sacerdocio y de los rangos más altos de poder, pero responsables de la mayor parte del trabajo de la Iglesia: enseñar en escuelas católicas, dirigir hospitales católicos y transmitir la fe a las siguientes generaciones.

Por largo tiempo han exigido tener mayor voz en el gobierno de la Iglesia, cuando menos con derecho a votar en los sínodos periódicos en el Vaticano, pero también el derecho a predicar en misa y a ser ordenadas sacerdotisas. Si bien han conseguido algunos puestos de alto perfil en la Santa Sede y en templos locales en todo el mundo, la jerarquía masculina todavía lleva las riendas.

Este sínodo episcopal de tres semanas, que comienza el miércoles, las pone más o menos en igualdad de condiciones para debatir temas de la agenda, incluidos asuntos candentes como el de las mujeres en puestos de autoridad, los católicos LGBTQ+ y el celibato sacerdotal. Es la culminación de un sondeo sin precedentes de dos años entre los católicos de base sobre sus esperanzas para el futuro de la institución.

El potencial de que este sínodo —y una segunda sesión el próximo año— conduzcan a un cambio real en temas que previamente eran tabú les ha dado esperanza a muchas mujeres y a católicos progresistas. Al mismo tiempo, ha provocado alarma entre los conservadores, algunos de los cuales han advertido que con el proceso se corre el riesgo de abrir una “Caja de Pandora” que dividirá a la Iglesia.

El cardenal estadounidense Raymond Burke, crítico frecuente de Francisco, escribió recientemente que el sínodo y su nueva visión para la Iglesia “se han convertido en frases publicitarias detrás de las cuales hay una revolución en marcha para cambiar radicalmente la autocomprensión de la Iglesia, de acuerdo con una ideología contemporánea que niega mucho de lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado”.

El Vaticano ha organizado sínodos a través de las décadas para examinar temas en especial, como la Iglesia en África o la Amazonía, y al final los obispos votan sobre las propuestas para que el papa las tome en cuenta en un documento futuro.

Esta edición es histórica porque su tema es sumamente amplio —en esencia se trata de cómo ser una Iglesia más inclusiva y misionera en el siglo XXI— y porque Francisco ha permitido que las mujeres y otros laicos voten junto a los obispos por primera vez.

De los 464 participantes, 365 son miembros con derecho a voto, y de ellos sólo 54 son mujeres. Si bien los organizadores insisten en que el objetivo es alcanzar un consenso, no contar los votos como en un parlamento, la reforma de votación es, no obstante, evidencia significativa y tangible de la visión de Francisco de que la Iglesia católica se centre más en su rebaño que en sus pastores.

“Creo que la Iglesia acaba de llegar a un punto en el que se ha dado cuenta de que la Iglesia nos pertenece a todos nosotros, a todos los bautizados”, declaró Sheila Pires, quien trabaja para la conferencia episcopal sudafricana y es miembro del equipo de comunicaciones del sínodo.

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Las mujeres, agregó, están encabezando la lucha por el cambio.

“No quiero usar la palabra revolución”, dijo Pires en una entrevista en Johannesburgo. Pero las mujeres “quieren que sus voces sean escuchadas, no sólo en camino a la toma de decisiones, sino también durante la toma de decisiones. Las mujeres quieren formar parte de eso”.

Francisco dio un primer paso para responder a esas exigencias en 2021, cuando nombró a la hermana francesa Nathalie Becquart como subsecretaria de la secretaría encargada de la organización del Sínodo de los Obispos, un puesto que por sí mismo le daba derecho a votar y que anteriormente sólo había sido ocupado por hombres.

En muchos sentidos Becquart se ha convertido en el rostro del sínodo, viajando por el mundo durante sus fases preparatorias para tratar de explicar la idea de Francisco de una Iglesia que acoja a todos y los acompañe.

“Se trata de cómo podríamos ser hombres y mujeres juntos en esta sociedad, en esta Iglesia, con esta visión de igualdad, dignidad, reciprocidad, colaboración y asociación”, dijo Becquart en una entrevista en junio.

En sínodos anteriores, a las mujeres sólo se les permitían papeles más marginales como observadoras o expertas, literalmente sentadas en la última fila del auditorio mientras los obispos y cardenales ocupaban las primeras filas y votaban. Esta vez, todos los participantes se sentarán juntos en mesas redondas jerárquicamente neutrales para facilitar el debate.

Fuera de la sala del sínodo, grupos que abogan por incluso mayor representación de las mujeres en la Iglesia organizan una serie de eventos, vigilias de oración y marchas para que se escuchen sus voces.

Discerning Deacons, un grupo que presiona para que el papa apruebe diaconisas —mujeres diáconos—, como las había en las primeras épocas de la Iglesia, envió una pequeña delegación, y el tema de las diaconisas está formalmente en la agenda del sínodo. Otros grupos que presionan por la ordenación de las mujeres al sacerdocio también están en Roma, aunque el papa ha dejado el tema de las sacerdotisas fuera de la discusión.

“Tengo la esperanza de que haya sitio en ese espacio para estas conversaciones audaces, conversaciones valientes, y en particular, que las voces y las experiencias de las mujeres llamadas al sacerdocio se lleven al sínodo”, dijo Kate McElwee, directora de la Women’s Ordination Conference, un grupo que aboga por la ordenación de mujeres.

El grupo de Zervino, la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas, una entidad con sede en el Vaticano que agrupa a 100 asociaciones católicas, realizó una encuesta este año entre los católicos que participaron en las consultas del sínodo. Si bien algunas mujeres en Norteamérica y Europa pidieron sacerdotisas, hubo una demanda más amplia de diaconisas, y la petición aparece en el documento de trabajo del sínodo.

Francisco escucha a Zervino, una consagrada argentina. Recientemente la nombró como una de las tres mujeres que forman parte de la junta de miembros del Dicasterio para los Obispos, la primera vez en la historia que las mujeres han tenido voz en la selección de los sucesores de los apóstoles de Cristo.

Zervino dice que pasos tan pequeños como su nominación son cruciales y son la forma correcta de visualizar los cambios que se están produciendo en la Iglesia para las mujeres, especialmente dadas todas las expectativas que se han puesto en este sínodo.

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El periodista de The Associated Press Sebabatso Mosamo contribuyó a este despacho desde Johannesburgo.

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